Entre tronchos y chelas

El mayor problema del consumo de drogas en Perú no está del lado de los “dealers”, está en los supermercados. “Si alguien se fuma un troncho no es el fin del mundo” pero si muchos peruanos tomamos demasiadas chelas ¿qué pasa? Las declaraciones de PPK sobre la marihuana hicieron que congresistas y voceros de la mayoría, más de 90% de los citadinos se oponen a la legalización del cannabis, expresen su indignación. En nuestro país, en el que menos de 2% ha fumado un troncho[1] en el último año pero que más de 20% de los jóvenes se emborracha regularmente[2], es vital que ataquemos el principal problema de consumo de psicotrópicos: el abuso de alcohol.

En Perú no tomamos un vaso de vino al día, pero tomamos fácilmente una botella entera de tinto en una noche[3]. Nuestra adicción no es sólo una cuestión de cantidad- consumimos menos que Chile, Argentina, Venezuela, Paraguay o Brasil-, sino también la forma y las consecuencias de nuestro libar. Las cifras generales nos dicen que los peruanos más pobres tienen mayor adicción y son los que proporcionalmente gastan más para emborracharse. También nos señalan que el número de adictos a la bebida se ha duplicado en cuatro años[4] en nuestra capital y que regiones como Puno viven un Ocktoberfest cada mes[5].

Estas mismas cifras bajo la lupa nos dan ejemplos del drama que enfrentan los adictos, su entorno y la sociedad en general:

  • Según la OMS, existen más de 200 enfermedades asociadas al consumo excesivo de alcohol, y Perú está entre los 20 países, de una lista de 193, con mayor cantidad de problemas de salud ocasionados por alcohol[6].
  • Según el Centro Emergencia Mujer[7] y el Viceministerio de Poblaciones Vulnerables[8], el principal detonante de las agresiones contra mujeres y niños es el alcohol.
  • El consumo de alcohol en jóvenes tiene tendencia a limitar el desarrollo de sus capacidades intelectuales y en Perú la edad promedio de inicio de consumo está bajando. En Lima es 13 años[9].
  • El 21% de las muertes por accidentes automovilísticos son ocasionadas por personas que han injerido alcohol.

Las evidencias de nuestra enfermedad social se escuchan por todo nuestro organismo, pero no queremos curarnos, la música suena fuerte, las copas siguen llenas y varios invitados más están por llegar. En lugar de detenernos, otorgamos reducciones de impuestos a las cerveceras que donan bebidas de malta a poblaciones vulnerables. En otras palabras, disponemos del dinero público para que disminuyan su sobreproducción y acostumbren el paladar de nuestros niños al amargo de la chela. Por otro lado, premiamos al actual premier – cuando era el presidente de la cervecera Backus –  con beneficios tributarios de CONCYTEC por innovar en la forma en que almacenan sus productos[10]. Y como si eso fuera poco, felicitamos a las marcas de licor por “apoyar” y estar presentes en casi todos nuestros deportes y eventos culturales, lo que genera deformaciones conceptuales y sociales como el paso del “fulbito” al “full-vaso”.

¿Y si subimos el precio del trago? Con una elasticidad de la demanda de licores positiva, un aumento del precio, como sucedió en el 2014, gracias al cambio en el impuesto selectivo, tiene un efecto directo en la disminución del consumo (caída de 8%)[11]. El problema de este tipo de medidas es que aumenta la venta informal e ilegal (pasó de 30 a 33%)10 y empuja a los formales a buscar alternativas para compensar la caída de sus ventas. Es así que en 2015, como reacción al “mal año” que precedía, “el mercado de bebidas alcohólicas fue muy agresivo en precios para empezar a recuperar volúmenes[12], lo que significó que las empresas bajaran sus márgenes para que los peruanos chupen más.

Entonces, un aumento estructural de los precios acompañado de un control de la venta informal e ilegal tendría consecuencias, sobre todo, en los jóvenes que tienen menor poder adquisitivo[13]. Pero la solución es más compleja. Necesitamos, al mismo tiempo, desincentivar la venta de alcohol en lugar cercanos a los jóvenes, establecer mayor control y castigo a la venta de alcohol a menores, modificar las reglas de publicidad de bebidas alcohólicas, ejecutar campañas de comunicación efectiva en todos los colegios de secundaría y establecimientos de salud pero, sobre todo, educar.

Entre tronchos y chelas ¿dónde está la urgencia? Sería más útil para nuestra sociedad que congresistas busquen soluciones al exceso de alcohol y no titulares de puritanos. Nuestra patología metastásica es un problema multidimensional que requiere un tratamiento largo y un cóctel de medicamentos caros. No se trata de ser abstemios, ni de crucificar al mareado, pero tampoco podemos seguir viviendo una constante chupeta cerrando los ojos, cortando el malestar con otro trago y esperando que la resaca nunca llegue.


[1] El problema de las drogas en el Perú 2015, CEDRO.

[2] Según la OMS, 20.2% de los 15-19 tienen un episodio de consumo fuerte de alcohol por lo menos una vez por mes.

[3] Según la OMS, 1 de cada 4 hombres peruanos toma 60 gr. de alcohol por la menos una vez al mes (equivale a casi una botella de vino).

[4] La República

[5] Puno consume en un mes la misma cantidad de cerveza que lo que se consume durante el festival bávaro, pero su población es 6 veces menor.

[6]Datos OMS, 7.6 % de los mayores de 15 años tienen problemas de salud por el alcohol.

[7] Fuente

[8] Fuente

[9] Según DEVIDA.

[10] Premio CONCYTEC.

[11] Informe del diario Gestión.

[12] López Cano, presidente del Gremio de Vinos y Licores de la Cámara de Comercio de Lima.

[13] Resultados del “Taller sobre el consumo problemático de alcohol en Perú” de la Organización Panamericana de la Salud, del 22/06/2016 en Lima.

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