Estrategias para mejorar la rentabilidad y sostenibilidad en la producción agrícola

Por Jorge Lazo Zúñiga

En la búsqueda constante por mejorar la rentabilidad y sostenibilidad medioambiental en la producción agrícola, los productores se enfrentan a diversos desafíos y decisiones estratégicas. Antes de adentrarnos en el análisis de las diferentes estrategias disponibles, es importante comprender algunos conceptos técnicos fundamentales que ayudarán a comprender mejor las opciones presentadas en este artículo.

En primer lugar, es necesario definir qué es un sistema productivo agrícola. Según Guzmán y Vargas, se trata de un conjunto de actividades organizadas que los productores utilizan para optimizar la producción, ser rentables y sostenibles. Estas actividades incluyen el uso de recursos y prácticas tecnológicas en respuesta a los medios físicos, bióticos, económicos y socioculturales.

La productividad agrícola se ve afectada por una variedad de factores tanto internos como externos. Los factores internos se refieren principalmente a la dotación cromosómica, es decir, el uso de semillas de alta calidad y saludables, capaces de optimizar la producción. Estos factores pueden ser afectados por parásitos, daños mecánicos, competencia, entre otros, y pueden ser controlados mediante la nutrición vegetal, el riego y otras prácticas.

Por otro lado, los factores externos incluyen aspectos físicos, químicos y bióticos. Los factores físicos abarcan elementos como la temperatura, el fotoperiodo, la estructura y textura del suelo, entre otros. Los factores químicos se refieren al agua, nutrientes, materia orgánica, oxígeno, entre otros, que influyen en el intercambio de materia en el suelo. Finalmente, los factores bióticos involucran la presencia de microflora y microfauna en el ambiente aéreo y radical.

Tomando en cuenta estos aspectos técnicos, es evidente que los factores genéticos y ambientales son determinantes en la productividad de los cultivos. Estos factores establecen diferentes niveles de productividad, desde el nivel teórico alcanzado en ambientes controlados, hasta los niveles potenciales y alcanzables en condiciones de campo.

A partir de este marco teórico, se plantea la primera estrategia para incrementar la rentabilidad de los cultivos: eliminar o modificar prácticas tradicionales en la producción agropecuaria. Esta estrategia se basa en tres requerimientos estratégicos fundamentales.

En primer lugar, es crucial utilizar semillas certificadas de alta calidad o plantas provenientes de viveros certificados. La elección de un genotipo adecuado para las condiciones agroecológicas es de vital importancia, ya que aproximadamente el 50% de la calidad y productividad agrícola depende de ello. Un genoma de calidad ofrece ventajas como mayor eficiencia en el uso de nutrientes y agua, resistencia a plagas y enfermedades, tolerancia a factores ambientales adversos y mayor valor nutritivo en los productos cosechados.

El segundo aspecto estratégico se centra en el riego y la nutrición vegetal. El uso de sistemas tecnológicos eficientes de riego, como el riego por goteo o el riego por aspersión, puede ayudar a optimizar el uso del agua y reducir las pérdidas por evaporación y lixiviación. Además, es importante implementar prácticas de manejo adecuadas para la fertilización y nutrición de las plantas, asegurando un suministro adecuado de nutrientes para maximizar el rendimiento y la calidad de los cultivos.

La tercera estrategia se basa en el manejo integrado de plagas y enfermedades. En lugar de depender exclusivamente de pesticidas químicos, se promueve el uso de métodos biológicos, culturales y químicos de manera integrada. Esto implica utilizar organismos benéficos, como insectos depredadores o parásitos, para controlar las plagas, implementar prácticas culturales como la rotación de cultivos o el uso de trampas, y utilizar productos químicos solo cuando sea necesario y de manera selectiva.

Otra estrategia importante es la diversificación de cultivos. En lugar de depender de un solo cultivo, se recomienda cultivar una variedad de especies y variedades. Esto puede ayudar a reducir los riesgos asociados con enfermedades específicas de un cultivo, así como a diversificar los ingresos al tener diferentes productos para comercializar. La diversificación también puede contribuir a mejorar la salud del suelo y a reducir la dependencia de insumos externos, al permitir la rotación de cultivos y la incorporación de leguminosas fijadoras de nitrógeno.

Además, se debe prestar atención a la gestión eficiente de los residuos agrícolas. Los residuos de los cultivos y otros subproductos agrícolas pueden ser aprovechados como materia orgánica para mejorar la fertilidad del suelo, reducir la erosión y promover la retención de agua. El compostaje y la aplicación de abonos orgánicos pueden ayudar a cerrar el ciclo de nutrientes y reducir la dependencia de fertilizantes químicos.

Finalmente, es esencial fomentar la capacitación y el acceso a información para los agricultores. Mantenerse actualizado sobre las últimas investigaciones, tecnologías y prácticas agrícolas puede ayudar a los agricultores a mejorar su productividad y rentabilidad. Esto puede lograrse a través de programas de capacitación, talleres, asesoramiento técnico y el acceso a recursos en línea.

En conclusión, mejorar la rentabilidad y sostenibilidad en la producción agrícola requiere de la implementación de diversas estrategias. Estas incluyen el uso de semillas certificadas de alta calidad, sistemas eficientes de riego y nutrición vegetal, manejo integrado de plagas y enfermedades, diversificación de cultivos, gestión eficiente de residuos agrícolas y acceso a información y capacitación. Al adoptar estas estrategias, los agricultores pueden optimizar su producción, reducir los impactos ambientales y aumentar su rentabilidad a largo plazo.

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