El declive de la inversión en el Perú amenaza el bienestar y el empleo

Por Manuel Villalva

La importancia de la inversión para el crecimiento económico y el bienestar de una nación

En el panorama económico actual, es fundamental comprender el papel crucial que desempeña la inversión en el progreso y desarrollo de una nación. A menudo, muchos lectores se muestran escépticos cuando se habla de la importancia de la inversión para el empleo y el crecimiento, considerando que esto podría ser un simple cuento inventado para favorecer los intereses de los adinerados y permitirles llevar a cabo sus negocios sin restricciones. Sin embargo, esta percepción está lejos de la realidad, y a continuación analizaremos por qué.

Imaginemos un país en el que, durante años, no se ha realizado ninguna inversión mientras su población en edad de trabajar continúa creciendo. ¿Cuál sería la situación del empleo en dicha nación? Los nuevos trabajadores se encontrarían en la necesidad de buscar ocupación y, al no existir nuevas herramientas o equipos (debido a la falta de inversión), se verían obligados a aceptar salarios más bajos o a enfrentar el desempleo. En consecuencia, se registraría un incremento en la cantidad de empleos disponibles.

No obstante, es importante tener en cuenta que la calidad del empleo y la calidad de vida en ese país se deteriorarían de manera constante. A medida que pasa el tiempo, la población se empobrecería cada vez más.

Históricamente, hemos sido testigos de cómo un país puede experimentar un largo período de empobrecimiento, como sucedió en el Perú durante las décadas de los 70 y 80.

La calidad del empleo, entendida desde una perspectiva económica como la productividad, y la calidad de vida solo pueden mejorar si se mejoran los medios de producción. Solo a través de la inversión es posible lograr esta mejora en las condiciones de vida de una nación.

Es importante destacar que la inversión puede adoptar diversas formas. Puede manifestarse como una inversión en capital humano, es decir, en la educación de la población para alcanzar niveles superiores de conocimiento y habilidades. También puede traducirse en la adquisición de maquinaria adicional, que permita a los trabajadores producir más, o en el avance tecnológico, que optimice el uso de los recursos y aumente la productividad laboral.

Debemos entender que, sin inversión, la población de un país se empobrecerá al mismo ritmo en que aumenta su número. La lógica detrás de este concepto es sencilla de comprender, entonces ¿por qué no todos apoyamos la inversión para mejorar nuestra productividad y, con ello, la calidad de nuestras vidas?

Una primera respuesta es que el término “inversión” evoca la imagen de los ricos y no de la gente común. Al pensar en inversión, imaginamos grandes fábricas, minas o puertos, algo que no corresponde a lo que la mayoría de nosotros hacemos.

Sin embargo, la inversión también se manifiesta en la construcción de un segundo piso en nuestra vivienda, en la compra de frutas para vender en el mercado, en la adquisición de un pequeño tractor para trabajar en la agricultura, en una camioneta que nos facilita el transporte o en el dinero que invertimos para asegurar una mejor educación para nuestras hijas e hijos. En realidad, la mayoría de nosotros somos inversionistas en menor escala.

Estimo que cerca del 50% de la inversión que se realiza en el país se lleva a cabo a nivel individual. Por ejemplo, a pesar de la construcción de numerosos edificios y centros comerciales, alrededor del 65% de las viviendas en el país son construidas de forma autónoma por sus propietarios.

Una segunda respuesta radica en que los efectos de la inversión pueden ser difíciles de apreciar de manera inmediata. La inversión genera impactos a largo plazo, por lo que es complicado percibir sus resultados en un período corto de tiempo. Sin embargo, si consideramos un marco temporal más amplio, los resultados son evidentes. Entre 2004 y 2013, la inversión creció a un ritmo anual del 14%.

Por el contrario, entre 2014 y 2019 (excluyendo los años de la pandemia, que tuvieron un impacto desastroso), la inversión en el Perú se mantuvo prácticamente estancada. Durante el primer periodo mencionado, el empleo adecuado en el país creció en 550,000 puestos de trabajo anuales, mientras que en el segundo periodo la cifra comparable fue de apenas 250,000.

Lamentablemente, la inversión privada en el primer trimestre de este año ha experimentado una caída del 12%, lo que marca el tercer trimestre consecutivo de descenso. Es urgente revertir esta tendencia. Si deseamos que las generaciones futuras vivan en mejores condiciones que nosotros, necesitamos un crecimiento sólido y constante en la inversión. Todos debemos apostar por el progreso del Perú.

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Foto: Andina

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