De ciudadanos a súbditos: el negocio político de la dependencia

Por Manuel Villalva

Dietrich Bonhoeffer, teólogo alemán ejecutado por enfrentarse al nazismo, dejó una advertencia lapidaria: “la estupidez es más peligrosa que la maldad, porque no razona, solo repite”. Y esa advertencia parece escrita para describir lo que hoy ocurre en el Perú.

La izquierda peruana ha encontrado su mayor capital político no en la razón ni en las ideas, sino en la ignorancia de las masas. Con discursos manoseados sobre justicia social e igualdad, prometen un paraíso que nunca llega, mientras detrás de escena operan con un objetivo muy distinto: controlar, someter y perpetuarse en el poder.

El bono, el subsidio y la dádiva —presentados como conquistas populares— no son más que cadenas. La trampa es clara: cuanto más dependiente se vuelve el ciudadano del Estado, menos capacidad tiene de cuestionar a quienes lo gobiernan. Se fabrica así un pueblo dócil, agradecido con su supuesto “protector”, dispuesto a entregar su libertad a cambio de unas cuantas monedas.

Esa pasividad es la puerta de entrada para proyectos mayores: el cambio constitucional, la ampliación del poder, la eternización de caudillos disfrazados de salvadores. No se trata de justicia ni de equidad, se trata de asegurar la silla, blindar privilegios y, de paso, seguir usando a los pobres como escudo moral y carne de cañón electoral.

Bonhoeffer lo explicó sin rodeos: el verdadero peligro no está en la maldad organizada, sino en la estupidez masiva. Y en el Perú esa estupidez se alimenta cada vez que alguien aplaude la dádiva como si fuera derecho, cada vez que la dependencia se confunde con justicia, cada vez que se repite un eslogan sin detenerse a pensar.

La izquierda ha sabido explotar esa renuncia al pensamiento crítico. Y mientras las masas sigan entregando su libertad por un puñado de soles, seguirán siendo esclavas agradecidas de su propio verdugo.

La batalla no es solo política ni económica: es moral. Y si la sociedad no despierta de su complacencia, lo que espera al Perú no es más igualdad, sino más sometimiento. El Perú no está frente a un dilema económico, sino frente a un dilema moral: elegir entre la libertad que exige esfuerzo o la dependencia que garantiza sumisión. Y mientras las masas sigan prefiriendo lo segundo, la izquierda seguirá teniendo el poder asegurado.

Algo más sencillo, mientras la gente siga prefiriendo dádivas en lugar de autonomía, la izquierda seguirá teniendo asegurado su poder. El futuro depende de una elección clara: ser ciudadanos libres o súbditos agradecidos.

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