Agricultura de dos mundos: una lección desde Santa Rita de Siguas

Por Dr. Jorge Lazo Zúñiga

En el corazón agrícola de Arequipa coexisten dos mundos radicalmente distintos, separados no por el suelo, el agua o el clima, sino por la visión, la gestión y la lógica productiva. De un lado, el modelo privado de Santa Rita de Siguas, altamente rentable y moderno; del otro, Majes I, un proyecto estatal que, a pesar de contar con infraestructura de primer nivel, no logra despegar con la misma eficiencia. Ambos comparten las mismas condiciones naturales, pero sus resultados son abismalmente diferentes. ¿La diferencia? El modelo de gestión.

El análisis propuesto sobre la “Agricultura de dos mundos en la región Arequipa” es más que un estudio técnico: es una advertencia oportuna. A través del Modelo Estratégico de Rentabilidad Agrícola (MERA), se revela con claridad que el éxito en la agricultura moderna no depende solo de riego tecnificado o tierras habilitadas, sino de planificación estratégica, visión empresarial y gobernanza productiva.

Santa Rita representa una nueva generación de agricultura: intensiva en conocimiento, tecnología e innovación; orientada al mercado desde su concepción; y capaz de articularse con cadenas de valor de alto rendimiento. Su estructura de ingresos es clara: el 47 % proviene de cultivos de alta rentabilidad, mientras que en Majes I esa cifra apenas alcanza el 29 %. La diferencia no radica en las hectáreas, sino en lo que se hace con ellas.

Por el contrario, Majes I encarna un modelo agotado. Basado en una lógica de reparto de tierras, sin incentivos reales para la reconversión productiva, con agricultores atomizados y sin una orientación clara hacia el mercado. Aquí, la infraestructura está, pero no genera valor. La tierra se usa, pero no se aprovecha estratégicamente. La innovación es escasa, la asociatividad débil y la planificación casi nula.

Este contraste no es casual. Es el reflejo de dos enfoques opuestos: el modelo privado planifica desde el mercado hacia la producción (backward planning), mientras que el modelo estatal parte de la tierra, esperando que los agricultores individuales, muchas veces sin capacitación ni apoyo técnico suficiente, encuentren su camino hacia la rentabilidad.

Lo preocupante es que Majes I no es un caso aislado, sino un síntoma del rezago estructural del enfoque estatal sobre la agricultura. En un contexto de crisis hídrica, cambio climático y volatilidad de precios, no basta con regar la tierra. Hay que sembrar visión. La agricultura del siglo XXI requiere un rediseño urgente: ya no es cuestión de cuánto se produce, sino de qué, cómo, para quién y con qué margen se produce.

La lección que nos deja Santa Rita de Siguas es clara: infraestructura sin modelo de negocio es un espejismo de desarrollo. Necesitamos territorios con inteligencia productiva, con sistemas que integren al productor en cadenas de valor sostenibles y competitivas, y con incentivos claros para innovar.

La región Arequipa tiene el potencial, pero está atrapada en estructuras agrarias del pasado. Adoptar el enfoque del MERA puede ser el primer paso para reconvertir su mapa agrícola y dar el salto hacia una agricultura de alta productividad y sostenibilidad. En este nuevo escenario, Santa Rita no debe ser una excepción, sino el modelo a seguir.

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