Por: Robinson Makiya Francia, Digital product and marketing specialist.
Hablar del desarrollo de productos digitales es hablar de los talentos que lo impulsan. No se puede garantizar el éxito de un producto sin un equipo de técnicos-profesionales que lo construya y entregue valor constante en el tiempo. Como gestores de productos, es también allí donde también deberían estar nuestras preocupaciones. En un mundo que está experimentando los inicios de una revolución con la Inteligencia Artificial, los valores humanos y el desarrollo de las habilidades de carácter, son aquellos que quedarán todavía más expuestos. Las compañías experimentarán no sólo una necesidad inmediata por contratar a profesionales que sepan lidiar con nuevas tecnologías, sino que, además, necesitarán encontrar a los futuros profesionales que estén fortalecidos en valores y con el carácter necesario para sostener aquello que el mercado está demandando.
Adam Grant grafica muy bien la importancia de la revolución del carácter en “Hidden Potential” cuando remarca que “en la medida en que los avances tecnológicos busquen automatizar las habilidades cognitivas a un ritmo acelerado, será más relevante dominar las habilidades que nos hacen más humanos”. Y, es precisamente la búsqueda de profesionales con esas habilidades lo que se podría convertir en un verdadero desafío.
El reto en los países en vías de desarrollo se convierte en incluso mayor, lo que ya debería ser materia de preocupación para los que lideramos equipos de trabajo. Por un lado, tenemos a los “Ninis” aquellos jóvenes entre 15 y 29 años que no estudian ni trabajan y representan el 18.2% de la población juvenil (¡Cuánto talento se pierde allí!); y por el otro, a aquellos que sí han confiado en la educación superior pero que la desesperanza empieza a sacarlos del mercado, antes de siquiera estar inmersos en ello.
El elevado porcentaje de informalidad, la inseguridad ciudadana, la alta tasa de criminalidad y la inestabilidad sociopolítica, no crean un ambiente favorable para los jóvenes profesionales. Según la Encuesta Nacional de Educación Superior Universitaria 2019, un importante 83.1% reportó haber tenidos problemas relacionados a la salud mental. Destaca que 4 de cada 10 estudiantes señaló haber tenido “pocas ganas o interés en hacer las cosas”; mientras que 3 de cada 10 estudiantes, se siente desanimado, deprimido, triste, sin esperanza o tiene problemas de sueño.
A esto se suma el hecho de que el 47% de jóvenes peruanos tiene intenciones de irse del país en los próximos tres años, ya sea para trabajar o vivir, según el resultado de la última encuesta del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) hecha en setiembre del 2022 a jóvenes de 18 a más.
Por otro lado, la situación parece aún más compleja: constantes problemas de carácter ético del que somos testigos en las redes sociales, trabajadores que extraen los datos de las tarjetas de un cliente, empleados que se valen de información privilegiada para timar, funcionarios públicos que alteran de la información de los ciudadanos, son solo algunos de los terribles ejemplos.
Si bien los problemas no son exclusivos de los jóvenes y bien podría verse como una foto pasajera, lo cierto es que es importante que los actores interesados a los que estos jóvenes brindarán sus servicios pongan su mirada en este problema para que, en conjunto, se busquen mecanismos de resolución. Insisto: “No se puede garantizar el éxito de un producto sin un equipo de técnicos-profesionales que lo construya y sepa garantizar la entrega de valor constante en el tiempo. Y solo se podrá garantizar con profesionales no solo cognitivamente aptos, sino emocionalmente fortalecidos”.
Es claro que estamos evidenciando los inicios de una verdadera revolución tecnológica generada por la Inteligencia Artificial, pero esto trae consigo una revolución de las habilidades blandas y más específicamente del carácter ¿Estamos entrando también a una crisis del talento? Esta es ya una interrogante que empieza a rondar por mi cabeza.